lunes, 8 de febrero de 2010

ENTRE LO ETERNO Y LO EFÍMERO

Con el primer proyecto de este curso, tratamos el tema de la proporción áurea y en mi trabajo concretamente, tomé como base la anécdota de la existencia de dicha proporción en la naturaleza y para ser exactos, en los enjambres de las abejas o en su propio cuerpo.

Partiendo de esa premisa y con la intención de seguir jugando con esa idea, decidí que era esencial el trabajar con cera. La propuesta era una instalación de grandes dimensiones en tonalidades negras y en el centro del suelo el conjunto exagonal de una serie de cirios.




Todo tiene su sentido, y es que, intenté plasmar una serie de ideas a modo de metáfora, y es que, en este mundo, en esta sociedad, las diferentes personas que nos vamos topando por el camino nos moldean de un modo “invisible”, porque aunque la apariencia sea de seres inmutables, firmes, rotundos, nos pueden hacer cambiar ya que nos van marcando, somos maleables, somos fundibles, somos frágiles.


La realidad nos va haciendo reflexionar, provoca en nosotros reacciones, hace que seamos de un modo y no de otro, al igual que un proyecto empieza de una forma e indubitablemente, acaba siendo de otra distinta, y es que se ha ido forjando de una manera y no de otra, con un carácter, con una esencia. Esa esencia es la que permanece, eterna, invariable, siendo el reflejo o el destello de lo que un día fuimos. Somos caducos, somos finitos, somos luz que algún día se apagará.

Toda la realidad que nos envuelve nos aflige, nos hace sentirnos reacios o por el contrario, afirmarnos en nuestras convicciones, en nuestras ideas, que son las que, en definitiva, vienen, surgen, se voltean, se retuercen, se apuntan, se desapuntan, nos entorpecen, nos ayudan, nos vuelven a entorpecer e impiden llegar a la meta; las ideas nos ofuscan, nos envalentonan y nos hacen sentirnos dichosos de haberlas poseído; y es que las ideas vienen, sí, vienen, pero tal y como han llegado, se van. Al fin y al cabo lo que tantas vueltas da, no es tanto nuestro espíritu sino nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros ideales.

Todos esos cirios encendidos simbolizan esos ideales, esas creencias o ideas, esos pensamientos, nosotros únicamente somos el medio, un bloque de cera que se volverá a la nada, y es que no somos más que un montón de cera, fundidos por los años, por el desgaste, por la propia vida, por el paso del tiempo, por el consumo de todo lo que nos atemoriza y nos alegra, por el consumo de nuestras sensaciones y vivencias, por el consumo de nuestras ideas y reflexiones… y, aún con todo, aún siendo conscientes de ese desgaste continuo, es tan leve, tan ligero, tan sutil que muchas veces se nos olvida, hasta que chocamos frontalmente con el suelo, desgastados por la consumición total; la llama se ha apagado.

Sin embargo, esa metáfora de la sociedad y el individuo no es más que una breve traza de lo que para mí significa el vivir en sociedad, lo que significa la suprema importancia de las ideas, de nuestras propias ideas, por mucho que nos hagan sentirnos desdichados o inseguros, porque luego serán ellas también las que nos den de beber del vaso de la gloria.

Es una lástima que muchas veces no nos demos cuenta, ya que en cantidad de ocasiones, hay velas que lo alumbran todo, menos su propio candelabro , personas, que nos iluminan, que nos ayudan y nos mantienen firmes, personas que son verdaderos ejemplos, personas con ideas brillantes, precisamente eso, ideales vivos, individuos que no se percatan de lo importante que fueron para el resto.

Así sucederá también en el proyecto, que mientras casi todos los cirios miran para sí mimos, herméticamente, otros estarán alumbrando al resto, seguramente estarán más desgastados, más fundidos, acabarán siendo más fugaces, sin embargo, permanecerán al final más tiempo alumbrados por los que le siguieron, porque fueron ellos les animaron, quienes prefirieron “quemarse” antes; pero ahí quedarán, ahí quedarán sus huellas, los rastros, los vestigios de almas efímeras que permanecerán vivas, eternas, para el resto de los días, cual cera amontonada tras haber sido derretida.

¿Eterno, efímero? ¿Vivo, vida?

¡Eureka!, sí, Eureka.










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